
PARTE 1
Capítulo 1: La Mansión de las Sombras Salí de los juzgados de lo familiar en la Ciudad de México con el alma hecha pedazos. El calor de mediodía en la Avenida Juárez me golpeaba la cara, pero yo sentía un frío que me calaba los huesos. En mis manos llevaba el acta de divorcio, el documento que ponía fin a tres años de pesadilla. Tres años de vivir en la mansión de los Hayes, en las Lomas de Chapultepec, donde aprendí que el dinero no compra la clase, pero sí sirve para comprar silencios y humillar a los que no tienen nada.
Brandon Hayes se había cruzado en mi camino cuando yo era una simple secretaria. Con su sonrisa de comercial y sus promesas de amor eterno, me sacó del pequeño departamento que rentaba en la colonia Doctores para llevarme a su mundo de cristal. “Te voy a proteger de todo, Skyler”, me juró frente al altar. Qué mentira tan más grande. Desde el primer día, su madre, Doña Patricia, me dejó claro que yo era una intrusa. Me miraba de arriba abajo, juzgando mis zapatos baratos y mi falta de apellido. Para ella, yo era “la recogida” que se había aprovechado de la nobleza de su hijo.
Capítulo 2: El Veneno de la Suegra Patricia Hayes era una mujer que desayunaba veneno. En esa casa, el aire siempre estaba pesado. Yo trataba de ser la esposa perfecta: aprendí a organizar cenas de gala, a sonreír mientras me ignoraban en las reuniones y a trabajar doble turno para que Patricia no dijera que yo era una carga. Porque sí, aunque vivíamos en una mansión, ella me obligaba a pagar “mi parte” de los gastos. “En esta familia todos aportan, no queremos mantenidos”, decía, mientras sus otros hijos, Jennifer y Rodrigo, se gastaban la fortuna familiar en viajes a Cancún y ropa de marca sin mover un dedo.
Lo peor no eran los insultos directos, sino los silencios. Cuando yo entraba a la sala, las conversaciones se detenían. Me hacían sentir invisible, un mueble más en esa casa decorada con lujos pero vacía de amor. Brandon, que al principio parecía mi héroe, pronto se convirtió en un extraño. Dejó de defenderme. Cuando Patricia me llamaba “muerta de hambre” frente a las visitas, él simplemente bajaba la mirada y se servía otro whisky. “No le hagas caso, Skyler, así es ella”, era su única respuesta. Pero la gota que derramó el vaso fue ese martes por la tarde.
PARTE 2
Capítulo 3: La Traición en la Cama Matrimonial Tenía la sorpresa más grande de mi vida guardada en la bolsa: una prueba de embarazo positiva. Por fin iba a tener a alguien de mi propia sangre. Estaba tan emocionada que salí temprano del trabajo, compré unos globos y los dulces favoritos de Brandon. Al entrar a la casa, el silencio era inusual. Subí las escaleras con el corazón latiendo a mil, imaginando la cara de Brandon cuando le diera la noticia.
Al abrir la puerta de nuestra recámara, el mundo se detuvo. Brandon estaba ahí, en nuestras sábanas, con Jessica, su “amiga” y compañera de la oficina. Lo más doloroso no fue verlos a ellos, sino ver a Patricia parada en el umbral de la otra puerta, observando la escena con una sonrisa triunfal. Ella lo había planeado. Ella había llevado a esa mujer a mi casa mientras yo trabajaba. “Bueno, Skyler, parece que ya te diste cuenta de que no perteneces aquí”, dijo Patricia con una frialdad que me dio náuseas.
Capítulo 4: El Abismo y la Pérdida Brandon ni siquiera tuvo la decencia de pedir perdón. Se levantó de la cama, se puso la camisa y me miró con fastidio. “Ya me cansé de tu cara de víctima, Skyler. Jessica es de mi nivel, su papá tiene agencias de autos, ella sí sabe lo que es tener una familia de verdad”. Esas palabras dolieron más que cualquier golpe. Patricia me extendió un cheque de 50 mil pesos: “Firma el divorcio hoy mismo y desaparece. Si te pones difícil, me encargaré de que duermas en la calle”.
La tensión fue tanta que esa misma noche empecé con dolores insoportables. Fui sola al hospital, en un taxi, llorando de dolor y rabia. El doctor me dio la noticia que terminó de romperme: había perdido al bebé. El estrés y el trauma habían sido demasiado para mi cuerpo. Salí del hospital tres días después, sin hijo, sin esposo y sin hogar. Los Hayes se encargaron de que todos nuestros “amigos” creyeran que yo lo había engañado a él. Estaba en el fondo del abismo.
Capítulo 5: El Extraño de la Limosina Y ahí estaba yo, en las escaleras del juzgado, con mi maleta pequeña y 47 pesos en la cartera. De pronto, una limosina plateada, de esas que solo ves en las películas de Polanco, se estacionó justo frente a mí. Un hombre de unos 55 años, con un porte imponente pero con la mirada más triste que he visto, bajó del auto. Se acercó a mí y me dijo mi nombre completo, mi fecha de nacimiento y mencionó la marca de nacimiento que tengo en el hombro, una que solo yo conocía.
“Skyler, mi nombre es Raymond Sterling. Soy el dueño de Industrias Sterling”, me dijo con la voz entrecortada. Yo me reí, una risa amarga. “¿Y qué quiere? ¿Viene a burlarse también?”. Él negó con la cabeza y me entregó un sobre. Era una prueba de ADN. “He pasado 28 años buscándote. Tu madre, Caroline, era el amor de mi vida… y Patricia Hayes es tu tía. Ella te robó de mis brazos cuando naciste”.
Capítulo 6: El Secreto Sangriento de los Hayes Subí al auto porque ya no tenía nada que perder. Raymond me contó la verdad que los Hayes habían enterrado bajo capas de dinero. Mi madre, Caroline, era la hermana mayor de Patricia. Ella era la heredera de la fortuna original, pero se enamoró de Raymond cuando él aún no tenía dinero. El padre de Patricia, mi abuelo, no lo permitió. Cuando mi madre quedó embarazada, la encerraron y le dijeron a Raymond que ella se había ido a Europa.
Caroline murió en el parto por negligencia; Patricia y su padre no llamaron a un médico a tiempo para ocultar el nacimiento. Me dieron en adopción ilegal para que Raymond nunca me encontrara y ellos pudieran quedarse con la herencia de mi madre. Patricia me reconoció el día que Brandon me llevó a la casa. Me mantuvo cerca para controlarme, para asegurarse de que nunca descubriera quién era yo, tratándome como a una sirvienta para destruir mi autoestima y que nunca reclamara lo que por ley me pertenecía.
Capítulo 7: La Transformación y el Regreso Raymond no solo era mi padre, era un hombre con un poder inimaginable. Me llevó a su departamento, me presentó a sus abogados y me dio las herramientas para mi venganza. Pero no sería una venganza de gritos, sino de justicia. Descubrimos que el esposo de Patricia, Donald, estaba desviando dinero de Industrias Sterling, donde trabajaba como gerente. Y Brandon… Brandon acababa de entrar a trabajar ahí también, gracias a una recomendación falsa.
Durante una semana, me preparé. Dejé atrás a la Skyler miedosa. Me corté el cabello, me puse un traje de diseñador y caminé con la frente en alto. El lunes siguiente, entramos a la junta de consejo de Industrias Sterling. Todos los directivos estaban ahí, incluyendo a un Donald Hayes que sudaba frío al ver entrar a Raymond. “Les presento a la nueva Vicepresidenta de Operaciones”, anunció mi padre. “Mi hija, Skyler Sterling”.
Capítulo 8: El Karma es una Mujer Llamada Skyler La cara de Donald se puso gris. Brandon, que estaba en una esquina tomando notas, casi se cae de la silla. No me reconocían, pero cuando hablé, sus mundos se derrumbaron. Mandé a seguridad a sacar a Brandon por falsificar sus títulos académicos. Pero lo mejor fue la visita a Patricia. Fui a la mansión de las Lomas, pero esta vez con una orden de aprehensión y el respaldo de mi padre.
“Hola, tía”, le dije mientras ella veía cómo la policía entraba a su sala. Le restregué en la cara cada humillación, cada insulto, y le mostré las pruebas de cómo dejaron morir a mi madre. Patricia terminó confesando todo entre gritos y lágrimas, admitiendo que me odiaba porque yo era el vivo retrato de la hermana a la que siempre envidió. Hoy, ella está tras las rejas, Brandon vive en un cuartito rentado y yo… yo estoy al frente de un imperio, honrando la memoria de la mujer que me dio la vida. Me quisieron enterrar, pero no sabían que yo era una semilla.